Por Luis García-González
Universidad de Zaragoza
Las experiencias acumuladas por niños y adolescentes en las clases de Educación Física pueden ser determinantes para adoptar o no un estilo de vida saludable. Son muchos los estudios científicos que nos aportan evidencias sobre cómo las experiencias negativas, acumuladas de forma reiterada durante esta asignatura, se asocian a sentimientos de incompetencia y al abandono de la práctica deportiva.
Sin embargo, las experiencias positivas en las clases de Educación Física en la infancia y en la adolescencia se han visto relacionadas con una mayor motivación e intención de realizar actividad física, previniendo comportamientos sedentarios en la etapa adulta. Pero, ¿la motivación del alumnado es algo inherente a ellos o se puede modificar?
El docente de Educación Física puede ayudar a satisfacer las necesidades psicológicas básicas de autonomía, de competencia y de relaciones sociales del alumnado; lo que permitirá mejorar su motivación intrínseca. Es necesario para ello que el alumnado perciba que puede tomar decisiones y que es parte activa de su proceso de enseñanza-aprendizaje. También será positivo que el alumnado se perciba competente y que está progresando en las tareas que lleva a cabo. Y, por último, pero no menos importante, es necesario que el alumnado vea que está relacionado e integrado con el resto del grupo de clase.
Las conductas de apoyo a la autonomía, a la competencia y a la relación social son destrezas docentes fundamentales que ayudarán a generar experiencias positivas. Por ejemplo, los docentes de Educación Física pueden dar posibilidades de elección a su alumnado en las tareas a realizar, el nivel de dificultad de las mismas, el orden en el que realizarlas, el material con el que hacerlas, o los compañeros con los que realizarlas, etc.
Las conductas de apoyo a la competencia pueden estar vinculadas a establecer distintos niveles de dificultad en el diseño de las tareas para que se adapten a los distintos niveles de habilidad motriz que tiene nuestro alumnado. Igualmente, los docentes pueden dar un feedback positivo basado en el progreso y en la mejora personal del alumnado para fomentar su percepción de competencia o también, pueden realizar evaluaciones iniciales, intermedias y finales en una unidad didáctica para hacerles conscientes de su aprendizaje y mejora a lo largo del tiempo.
Por último, para apoyar las relaciones sociales del alumnado podemos realizar agrupaciones en las distintas tareas de clase que sean flexibles, cambiantes y heterogéneas. Además, si evitamos una excesiva competitividad en las distintas actividades estaremos favoreciendo relaciones sociales positivas en nuestro alumnado. Todas estas conductas de apoyo a la autonomía, a la competencia y a las relaciones sociales llevarán a una motivación más intrínseca del alumnado.
LA IMPORTANCIA DE LA CONDUCTA DEL DOCENTE
Sin embargo, también hay conductas de los docentes que pueden contribuir a la frustración de autonomía, de la competencia y de las relaciones sociales. Por ejemplo, el uso excesivo de conductas controladoras puede provocar una frustración de la autonomía del alumnado y es necesario limitarlas. Asimismo, el uso de castigos continuos cuando no se realice lo esperado por el docente, o el uso reiterado de órdenes cerradas, el uso de gritos y, también, utilizar frases controladoras como son “tienes que hacer esto así” o “debes hacerlo como te digo” desencadenan una sensación de obligación.
Además, utilizar amenazas vinculadas con la calificación, o con castigos, van a generar una frustración importante de la autonomía del alumnado. También nos encontramos con conductas que pueden ser menos obvias, pero que van a generar en el alumnado sentimientos de culpabilidad o de vergüenza. Por ejemplo, dejar de mostrar atención al alumnado que tiene menor habilidad en las tareas, mostrar gestos de decepción cuando se produce el fallo de un alumno, o incluso hacerles sentir culpables o decepcionados con su actuación.
Por otro lado, si hablamos de la frustración de la competencia, ésta puede desarrollarse cuando los docentes de Educación Física adoptan un estilo caótico o poco estructurado, con conductas inconsistentes, desorganizadas o, a veces, contradictorias. Esto va a conllevar que el alumnado no sea capaz de conseguir las tareas propuestas inicialmente y perciba que no es capaz de conseguir las demandas cambiantes de su docente.
Por último, con relación a las conductas que supondrían una frustración de las relaciones sociales en el alumnado encontramos que el docente puede mostrarse distante con su alumnado, o también puede desarrollar actividades que fomenten la comparación o una excesiva competitividad entre ellos, lo que puede fomentar conductas disruptivas en el aula. Es necesario por ello que los docentes de Educación Física sean conscientes de la transcendencia que tienen sus acciones y de la forma en la que desarrollan su docencia, ya que en su mano están gran parte de las experiencias, positivas o negativas, que su alumnado tenga en clase.